Diccionario Taurino Mexicano (1/2)
- 5 ene 2023
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Esta crónica la escribo para todos los amigos que me han pedido publicar el Diccionario, a los que he hecho esperar. Este año por fin lo mandaré a la imprenta y espero que lo disfruten, es mi ofrenda de amor a la Tauromaquia, mi cultura, esa que me heredaron mis padres y mi abuelito Juan; la misma que comparto con ustedes.

Lo personal
El 7 de enero de 2007 yo pasaba la tarde viendo los Toros, El Pana, el torero de mi abuelo anunciaba su despedida en La México. José Tomás estaba en el tendido y se emocionó tanto como todos los que lo vimos y los pocos que fueron a la plaza. Ese día, bajaron los duendes y decidí hacer un diccionario taurino como tesis. Gracias Pana, gracias Rodolfo; porque me di cuenta de la dimensión de la Tauromaquia, de la emoción taurina, porque el tiempo se alongaba y yo no pude sino abrazar la herencia cultural de mi familia.
Mi relación con los diccionarios comenzó cuando niña, un día ya no tenía más cuentos nuevos que leer y mis padres me acercaron un Diccionario enciclopédico ilustrado, pasaba las tardes y las mañanas descubriendo sus palabras, emocionada tocaba las hojas y lo cargaba para todos lados, pero también jugaba al Toro y me metía en problemas por clavar improvisadas banderillas a mis primos. Después, llegaron las novelas, pero era tarde, la semilla de las palabras se había plantado.
Estudié Lingüística y Literatura Hispánica, y hacia el final de la carrera, decidí especializarme en lo que más me gustaba en el mundo, en eso en lo que puedo pasar días enteros sin molestarme, sin agobiarme: los diccionarios, pero como no daban esa materia en la facultad, tuve que informarme por mi cuenta, así llegué a los libros de Luis Fernando Lara Ramos, el investigador mexicano que creó y dirigió el Diccionario del Español Usual de México. Fantaseaba con que él estuviera en mi examen profesional, pues me identificaba con su defensa de la mexicanidad y la fuerza que se requiere para plantarle cara a la Real Academia.
En 2008 apliqué para una beca en el Diplomado en Lingüística Descriptiva y Empatía Cultural del Instituto Lingüístico de Verano en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, ahí aprendí a usar LexiquePro un programa computacional que facilitaba la elaboración de diccionarios de lenguas originarias. Una joya. Ese mismo año, tomé un curso de Estadística Lingüística con un experto de la UNAM y aprendí a usar GoldVarb un programa para analizar muestras.
Terminé lo más pronto posible la licenciatura, quería tiempo para hacer la tesis, así que una vez pasada la graduación, me postulé a una beca en el Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado y también la conseguí, y fue muy importante porque me hizo creer en mi proyecto: un diccionario taurino, hecho a través de un modelo de estadística lexicográfica, que a su vez, sirviera para construir con rigor diccionarios especializados, un modelo que no existía, aún. Había pistas en el trabajo de Lara Ramos, pero era un tema pendiente, era un nicho, una oportunidad.
Todos mis maestros se preocuparon un poco cuando les dije que lo haría sola, así que me recomendaron buscar compañeros y compartir el crédito pero nadie se sumó. Se negaron por el tema, por el trabajo colosal que representaba, por la dificultad, por la incertidumbre de abrir una brecha, incluso aseguraban que España ya lo había hecho ‘mejor’; pero… ¿qué es ‘mejor’, y por qué no retar al mundo e insistir en que los mexicanos vivimos la Tauromaquia de una forma propia, diferente, si ya Armillita, El Soldado, Garza, Silverio y Luis Fernando Lara con su diccionario general del español, lo dejaron entrever?
Su rechazo no hizo mella en mí, la ciencia está hecha de curiosidad, no de sentimentalismos (como dicen quienes estudian el polvo de las estrellas), y cuando uno está convencido de que algo funcionará tiene que ser persistente y resiliente, porque seguir adelante es lo único que importa.
Dijeron que eran antitaurinos, otros que España ya lo había hecho ‘mejor’; pero… ¿qué es ‘mejor’, y por qué no retar al mundo?
Mi papá insistió en que no trabajara hasta terminar la tesis, le pedí un año. La beca del Consejo de Ciencia duró 10 meses, así que 2009 lo dediqué por completo. Mi jornada comenzaba a las 8am y terminaba a la medianoche, a veces más tarde, sólo salía de casa a recolectar muestras; todo fue Toros y tesis, de lo contrario no llegaría a la fecha, y perder la beca no era una opción, ni tampoco cambiar de tema o disciplina. No lo romantizo.
La defensa de la tesis
Mi director de tesis, el maestro Gustavo Benavides Benavides me apoyó en todo momento, me impulsó y consiguió que el Dr. Luis Fernando Lara Ramos, máxima autoridad en Latinoamérica de la Lexicografía fuera mi sinodal en el examen profesional. Un sueño. La sala estuvo llena de amigos y curiosos, fue todo un suceso en el Colegio, algunos se quedaron afuera, yo estaba nerviosa pero feliz. Era el Día grande.
Un mes antes le entregué una copia de mi tesis al Dr. Lara, yo tartamudeaba, había leído sus libros y la dimensión de su trabajo era abrumadora. Le expliqué de qué iba el asunto, estaba temerosa de que "me dierapuerta" por el tema, pero fue una sorpresa feliz que él fuera taurino. Me dijo "¡Cómo no se me ocurrió a mí!, soy un buen aficionado, cuenta con ello!"
Y nos despedimos, lo volví a ver hasta el examen, no me hizo preguntas durante casi un mes. La maestra Machuca pidió el cambio del título de la tesis a Compendio del Léxico Taurino. Algo de lo que me arrepiento pero así es la Academia.
Comenzó el examen, presenté mi modelo, mis hallazgos y el Diccionario Taurino Mexicano.
La ronda de preguntas fue breve, mi director me preguntó por el tiempo que me llevó y el criterio para la selección de muestras, yo abarqué casi 80 años de Tauromaquia en México y la contrasté con lo registrado en la Real Academia Española como taurino y con algunos glosarios y diccionarios taurinos tanto peninsulares como mexicanos.
El Dr. Luis Fernando me preguntó sobre esa decisión y el resto del análisis estadístico pues la copia que le di no llevaba las 100 páginas que lo contienen. Mi tesis es de casi 250. Me felicitó por el esfuerzo y me pidió que tomara un curso de puntuación. Cosa que hice al siguiente día, ahora sé donde colocar las comas y los puntos, los guiones, me dedico un poco a la corrección de estilo y de fijo a la edición: marcó mi camino. El día terminó con un brindis entre amigos, fue emocionante y gratificante tomar protesta como Lingüista.
Los abrazos más sentidos, la palmada en la espalda de los amigos, el agradecimiento a mis padres por todo y a mi abue por los Toros y tanto amor.
El Premio Nacional
A veces pasa... y uno corta las orejas, el rabo, las cuatro patas y los testículos de Clavelito... como Armillita. Mi gran triunfo fue tener el valor de postular mi tesis al Premio Nacional de Lingüística "Wigberto Jiménez Moreno" del INAH, impulsada nuevamente por mi director de tesis. Ese hombre gentil y todo corazón que me cobijó con su confianza y apoyo total.
Conseguí la Mención Honorífica, pues el Premio lo declararon desierto, eran 30mil pesos como bolsín, un año atrás se había dado la prohibición taurina de Cataluña, no importa si fue por ello, estuve en el Alcázar con mi familia, mi director de tesis y Heriberto Murrieta como invitado personal. Yo estaba ahí.
Mi trabajo era parte de las mejores investigaciones del país y dejaba claro que la Tauromaquia es parte de la Cultura de nuestro Pueblo, y para mí eso, como alguna vez César Rincón describió la sensación del triunfo absoluto: "fue como hablarle a Dios y que te escuche".
[Fin de la primera parte].
Nota de la Editora: este artículo es parte del año 0, número 5 de la revista #PueblaEsTaurina que puedes leer completa en el simulador, dando clic aquí o si prefieres ¡descárgala!
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